- Emilio Ignacio Santisteban Ponce
- 27 nov
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Actualizado: 28 nov
Revista Artificios. Sociedad, reflexión, artes. #2. Lima, mayo 2010. Emilio Santisteban
https://drive.google.com/file/d/1GMLY6qREaoL-UOeubYMc4p3QG-ac_KqZ/view?usp=sharing Publico este artículo porque, aunque el actual ministerio coresponde a un proyecto posterior al que aquí se comenta, encuentro que desde su fundación el actual ministerio responde a la mayor parte de lo advertido aquí, y no cumple con lo que requiere ser un Ministerio de Cultura en el Perú.
Los ministerios son órganos para el diseño y ejecución de políticas de Estado, tanto en el frente interno comoen los asuntos globales. Forman parte del Poder Ejecutivo y están articulados en el Consejo de Ministros para gobernar en grandes aspectos clave para el país, otorgando sostenibilidad a la entidad política que llamamos Estado-nación. Los ministerios no lo resuelven todo, pero sin ellos los temas fundamentales para la buena marcha de los países carecen de políticas nacionales e internacionales bien articuladas, y no funcionan bien. Por eso las naciones crean ministerios para sus asuntos vitales más complejos, e instituciones de menor envergadura para que ejecuten «en pequeño» las políticas ministeriales «grandes» requeridas por dichos asuntos.
Si la cultura no fuese un asunto complejo y fundamental para que los peruanos nos gobernemos bien y caminemos hacia un país cada vez más exitoso, feliz y sostenible, no valdría la pena hablar de su ministerio. Por el contrario, el Ministerio de Cultura es una necesidad básica para salir adelante porque la cultura es el camino clavepara resolver la mayoría de las trabas que hacen de este país el gran cometedor y repetidor de errores que es: su racismo y clasismo, su fragmentación por múltiples incomprensiones, resentimientos y remordimientos, su cultivo del interés de los unos a costa de la exclusión de los otros, su naturalizada corrupción, su informalidad e improvisación, etcétera. Si entendemos la cultura en su sentido más amplio, entonces baste pensar en nuestra cultura de ladesigualdad para empezar a justificar un ministerio. Temer «el error de crear más burocracia» u «otro elefante blanco», es hacer eco irreflexivo de la actitud general hacia la clase administrativa del Estado y hacia la clase política. Según dicha perspectiva habría que cerrar la mayoría de los ministerios y entonces el desgobierno sería absoluto. En cambio, es legítimo guardar serias dudas sobre la claridad de visión de un hipotético ministerio de esa naturaleza en un país fragmentado e históricamente injusto como el nuestro: muchas colectividades son absolutamente invisibles para el Estado y los sectoresdirigentes de la estructura social, muchas realidades culturales solamente existen como mercancía turística o como paliativos de malas conciencias (o como baratas pantallas electorales). Lima lo decide todo, y en ella, a pesar de con•uir muchos orígenes étnicos, regionales y lingüísticos delpaís, sólo ciertos perfiles socioculturales tienen cabida en la esfera oficial y en el poder político. En este contexto es que la mayoría de lasvoces que están hablando de crear el Ministerio de Cultura están imaginando un ministerio de las industrias culturales y las artes, de las artes y la conservación del patrimonio monumental, del patrimonio cultural exportable, de las artes contemporáneas y la tecnología, etcétera, respondiendo a una perspectiva político-económica y social, en el fondo, culturalmente excluyente.
Por supuesto que necesitamos un ministerio que defienda los intereses del patrimonio cultural histórico ante saqueadores internacionales y nacionales mejor que lo que puede hacer el Instituto Nacional de Cultura, uno que gestione políticas de Estado que promuevan —sin conducir— el desarrollo de las industrias culturales y genere bienestar a partir de ello; pero lo que más necesitamos es un ministerio que dirija sus principales esfuerzos hacia la cultura como tejido del entendimiento entre sociedades, comunidades, grupos y personas, como ecología de la presencia humana en el territorio, promoviendo y organizando la construcción de una dignidad intercultural conducente a la creación, por fin, de ciudadanía universal y plena en nuestro país. Y es que, con decenas de grupos étnicos y culturales diferentes de los cuales Lima —la que decide— solamente reconoce cuatro o cinco sin necesariamente respetarlos a todos, no podríamos entender otra forma en la que «lo cultural» fuese asunto público de vital importancia. Si el Estado va a destinar presupuestos, dictarpolíticas, administrar y ejecutar en cultura, no nos servirágran cosa que lo haga para exportar más «gastonesacurios», explotar turísticamente nuestras «riquezasculturales», crear fondos para las artes, etcétera. Sin un cambio intercultural profundo, sólo beneficiaría a esa especie de clúster culturoso asentado en la zona que componen en Lima los distritos de Barranco, Miraflores, San Isidro, parte de Surco y parte de Chorrillos. Podría convertirse a la cultura en otro pujante sector económico nacional, con todo lo que ello implica de esperanza debatible en términos macroeconómicos y desarrollistas con una perspectiva monocultural de la economía. Y es que nuestra economía y nuestro Estado son, a pesar de nuestra multiculturalidad, absolutamente monoculturales.
Este ministerio debería tener en mente no sólo las llamadas «expresiones culturales» sino sobre todo a las personas que conforman todos los grupos étnicos y lingüísticos, trabajando por el reconocimiento y dignidad tanto de las culturas tradicionales originarias e inmigrantes, como de los procesos complejos y tensos de mestizaje cultural. No se trata de lo popular urbano, lo tropical andino, o lo chicha como recursos fáciles de cierto perfil delmercado del arte coleccionable-museable, o del mercado de la música masiva. Se trata de desjerarquizar nuestra organización como país y las relaciones entre sociedades y comunidades en el territorio. Tarea difícil en extremo, pero que igual debemos abordar como debe lucharse contra el calentamiento global, aunque todo indique que estamos perdidos. Es que un ministerio peruano de cultura sin un imperativo ético —constructor de un futuro de paz— no tiene excusas para existir.
No todo sentido cultural es sano ni sagrado, y por tanto un ministerio como el que aludimos no puede excluir de su mandato un trabajo por la construcción de una inexistente cultura del sentido crítico ciudadano que, por tanto, revierta no solamente nuestras culturasde la exclusión y conflicto, sino también las de corrupción, informalidad e improvisación, y sobre todo esa cultura urbana de la apolitización, que no es otra cosa que promover la ignorancia y desarticulación social del individuo.
Son temas grandes y cruciales, rebasan las facultades de una institución menor y exigen un ministerio capaz de «negociar» sus asuntos con otros ministerios de igual a igual: con Agricultura y Ambiente edificar políticas sobre derechos culturales y de recursos naturales de las culturas campesinas, frecuentemente atacadas por el
«desarrollo» que las ignora; con Comercio Exterior y Turismo, y Relaciones Exteriores el derecho de administración comunitaria derecursos culturales, y el respeto de las tradiciones menos «rentables» desde la perspectiva del mercado y geopolítica globales; con Defensa, Interior y Justicia el pleno y cabal respeto a la vida, dignidad, existencia y reconocimiento para las etnias menos incluidas; con Economía y Finanzas, Energía y Minas, Producción, y Trabajo y Promoción del Empleo una política en la que las inversiones no pisoteen los derechos culturales de ninguna comunidad e incluyan a todas en las oportunidades deacceso al bienestar sin sacrificar sus culturas; con Educación una política educativa multilingüe de calidad para todos y adaptada plenamente a la historia, geografía y usos locales en el seno de toda comunidad cultural; conMujer y Desarrollo Social políticas integradoras que corrijan nuestras exclusiones de género y edad, tan culturalmente arraigadas; con Transportes y Comunicaciones una verdadera integración intercultural y diálogo mediante la infraestructura y uso de las comunicaciones; con Salud el respeto y promoción del conocimiento medicinal ancestral acumulado; con Vivienda, Construcción y Saneamiento que las más apartadas comunidades culturales no sigan perdiendo a las generaciones que les dan continuidad a causa de la falta de infraestructura y servicios en sus territorios; y en el seno de la Presidencia del Consejo de Ministros velar porque la cultura —entendida en estos términos— sea eje central del planeamiento estratégico nacional sin ser empleada como instrumento de manipulación política.
El proyecto de Ley de Creación, Organización y Funciones del Ministerio de la Cultura, que en octubre pasado remitió el Ejecutivo al Congreso para su estudio y dictame —y que aún no es discutido como se merece a nivel de población— crea viceministerios de Patrimonio Cultural, de Fomento de las Artes y las Letras, y de Ciencia y Tecnología, pero olvida un viceministerio dedicado expresamente a los Derechos Culturales y la inclusión intercultural para integrarnos entre nosotros y en América Latina, y tampoco proyecta uno para promover una cultura de ciudadanía y derecho en un país culturalmente corrupto, ni siquiera bosqueja órganos de línea dedicados a tales asuntos bajo alguno de los viceministerios sí incluidos. Nada de eso. Contempla más de lo mismo, más error histórico a pesar de declaraciones de objetivos y finalidades relativas a la integración cultural de todos los peruanos que no guardan coherencia con la estructuración y funciones esbozadas. Por el contrario, en las líneas que dicen algo más que palabras bonitas, atiende una perspectiva centrada en el cultivo de mentalidades mercadoglobales, de las artes, las ciencias e industrias que están acabando con el planeta,y la gestión rentista del patrimonio histórico y monumental.
Finalmente —en un país en el que Lima impuso a Alan García en el poder, no reaccionó con altura ante la tragedia de Bagua, einsiste en ignorar las urgencias planteadas por la Comisión de la Verdad y Reconciliación— podemos sospechar las razones para no concebir un ministerio descentralizado —diría municipalizado— que logre pluriculturalizar la conceptualización misma de los asuntos culturales, lo que ayudaría a que Lima deje de ser la única que decide.















