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Arte contemporáneo y performance 2/3

  • Foto del escritor: Emilio Santisteban
    Emilio Santisteban
  • 15 nov
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 16 nov


Emilio Santisteban.

Charla en Diálogos interdisciplinarios sobre arte contemporáneo del

Grupo de Investigación en Arte y Estética del Centro de Estudios Filosóficos PUCP.

8 de junio 2017, auditorio de la Facultad de Arte y Diseño de la PUCP.


Otro tiempo es performance 


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Los invito a pensar como performance esta obra de 1838, 71 años antes

del génesis dispuesto por Nueva York. Es la Humoreske para piano de  Robert Schumann (quien está de cumpleaños hoy); en ella hay una única  página en la que a las dos líneas de partitura que corresponden a la mano  izquierda y derecha se añade una tercera línea en medio. La partitura  indica que el ejecutante debe hacer sonar esa "voz interior" en su mente  mientras toca el instrumento. La voz interior es interior porque está en  medio de la partitura formalmente correcta, pero sobre todo porque  suena sólo en la mente de quien toca el piano. Slavoj Zizek encuentra en  esa tercera línea el trasfondo de la diferencia entre las dos melodías que,  según él, no terminan de encajar por sí solas. A esta imperfección por  silencio hay que corregirla con lo que Zizek obvia: que esa tercera línea  de voz interior es nada menos que la melodía de la Romanza en sol  menor compuesta por Clara Wieck, la pianista de quien Schumann  estaba enamorado y cuyo padre, el célebre pianista maestro de  Schumann Frederick Wieck, le prohibía amar. La partitura era para que  ella la tocara. Esa voz interior inscrita en la partitura es un "acuerdo"  interno, una complicidad guardada y al mismo tiempo una rebelión  silenciosa: al tocar en casa esta obra en el piano como seguramente lo  hizo como parte de su rutina de ensayos diarios, Clara y Robert desafían  incontestablemente la autoridad del padre —que puede haber visto y  entendido la partitura que su hija y discípula ensayaba—. Estamos en  pleno romanticismo, muy lejos de las experimentaciones de las  vanguardias y de la multiplicidad de posibilidades formales del arte  contemporáneo, pero Humoreske anticipa con creces el sentido espiritual  y energético de las performances de Abramovic y Ulay. 


Ahora los invito a ubicarnos en 1772 en Austria, durante el final del Rococó y el inicio del Clasicismo vienés. Les pido tomar en cuenta que  lo que verán se creó y llevó a cabo por primera vez 137 años antes del  Manifiesto Futurista y su principio de ruptura, 78 años antes del primer  Manifiesto Anarquista (1850) y su proclama de la soberanía individual,  76 años, cinco generaciones, antes del Manifiesto Comunista, la  Primavera de los Pueblos y los movimientos liberales, obreros y de  mujeres (1848), 17 años antes de la Declaración de los Derechos del  Hombre y del Ciudadano (1789) con su llamado a reconocer la  condición natural de los derechos, y 15 años previos a la Constitución de  los Estados Unidos (1787) con su proclama de la libertad del individuo.  Aunque lo veremos re-presentado a la luz de nuestros días, esto ocurre  en plena vigencia del Antiguo Régimen. 



Acabamos de ver la Sinfonía 45, De los Adioses, de Franz Joseph  Haydn, el padre de la sinfonía, creador del cuarteto y de los recitativos  con orquesta, creador también de la broma musical (Mozart tiene una  composición con dicho título, pero el empleo deliberado de la música  para engañar el público e impulsarlo a hacer determinadas cosas en  consecuencia es de su antecesor Haydn). Hemos visto sólo la última 

parte del último movimiento de la Sinfonía, el Adagio final. En la época  las obras orquestales usualmente terminaban en una coda en la que todos  los músicos acababan al unísono en un sonido enérgico, pero aquí la  partitura de Haydn va haciendo apagar los sonidos poco a poco hasta  que al final tocan sólo dos violines. 


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Como puede verse en esta partitura moderna, que no tiene la grafía  original sino una actualización para codificar musicalmente lo que  Haydn había hecho por primera vez, hay una barra que cierra el compás  allí donde el instrumento en cuestión debe dejar de tocar. Sin embargo se  sabe que, de algún modo, muy probablemente anotado en la partitura,  Haydn indica a los músicos que uno a uno apaguen la vela que ilumina  el atril de su partitura, se despidan con un gesto, y se retiren del escenario. En esta otra partitura, antigua pero todavía no la original — que no he hallado aún— podemos ver que la indicación del final del  compás para el músico no existe, y sí en cambio una escritura explícita,  en el italiano de los músicos de la época, diciéndole al músico que parta,  que se marche. En 1832, todavía relativamente poco tiempo después de  la creación de la obra, se hizo una ejecución en Lima, la misma que está  descrita en el diario limeño El Informador como una Sinfonía “de  despedida”, el otro nombre que se le da a Los Adioses, aunque por error  típico de periodista peruano atribuida a M. Haydn, es decir a Michael,  hermano menor de Joseph y también músico. En dicha descripción se  menciona precisamente que los músicos van apagando la vela de su atril  antes de marcharse, dejando el escenario en tinieblas. Posteriormente,  según la memoria oral de los músicos de la Sinfónica Nacional, aunque  no hay registro documentario, a finales de los años 60 o inicios de los 70  el director Leopoldo La Rosa la habría ejecutado con la Sinfónica  Nacional del Perú como forma de protesta por una pésima asignación  presupuestal a la misma. 


En Los Adioses Haydn desafía a su patrón. El Príncipe Nicolás  Esterházy tenía en 1772 a sus músicos varios meses alejados de sus  familias, dando conciertos con una obra nueva para la hora del té cada  día en su palacio de verano en Esterháza. Estando indicado en la  partitura el retiro de los músicos, el príncipe, quien era también músico y  recibía las partituras para su lectura, no podía considerar insolencia que  se fueran antes que él; y sin embargo veía con sus propios ojos lo  inaudito: los músicos se retiraban dejándolo a él y a su corte en el teatro.  No es seguro si en verdad el príncipe pronunció la frase "Bueno, si todos  se van, nosotros también deberíamos irnos", pero sí lo es que tras el  concierto los músicos fueron liberados para ir con sus familias. 


08/06/2017. Diálogos interdisciplinarios sobre arte contemporáneo. uditorio de Arte (I112) – Facultad de Arte y Diseño, campus PUCP. Grupo de Investigación en Arte y Estética.


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